Macca en la Argentina

"The love you take is equal to the love you make"

                Con esta frase terminó el mejor recital que vi y veré en mi vida. Es la misma frase que desde Abbey Road marca el cierre conceptual de la carrera de Los Beatles. No se podía elegir mejor cierre.
                Lo que viví el jueves desde la fila 15, asiento 49, es una de esas cosas que en mi opinión constituyen la médula de la vida. Sin esos momentos, en los que uno pretende que el tiempo se quede congelado, porque no puede haber algo mejor, el resto de nuestra sufrida y trabajada existencia no tendría sentido. Poniéndolo en otros términos: ¿para que me paso horas y horas gastando mis zapatos en tribunales, peleándome con adoquines que no saben lo que es un código, sino es para poder pagar tres horas de contacto celestial con este marciano?
                Macca es el Alfa y Omega del Rock n Roll. Donde todo empieza y termina, donde todo confluye. Un tipo que se puede poner al piano a tocar Let it Be, en medio de una calma que representa 45.000 corazones latiendo al unísono, para luego tocar Live n Let Die, y hacer literalmente explotar el escenario, dando una cátedra de lo que se entiende por Rock de Estadios. Un tipo que en su repertorio abarca 45 años de música, un tipo que canta a los 68 igual que a los 20, un tipo que toca 3 horas sin parar.
                Lo que sentí es que este prócer me dio en 3 horas todo lo que yo entiendo como música. Todo lo que disfruto del rock, todo lo que valoro de una canción, de un concepto musical, de lo que debe ser un artista. Todo, todo lo puso Paul en esas 3 horas. Resulta hasta indignante la naturalidad con que descerrajo esa catarata de himnos que constituyeron su repertorio. Al tipo le tiraban un bajo, una viola, una acústica, un ukelele, iba al piano, y era como si yo me sacara un moco. La versatilidad para moverse con maestría en cualquier registro hace quedar como amateurs al resto de las luminarias rockeras. No hay forma: Something y Helter Skelter y Band On the Run y All My Lovin y Jet y My Love. De la más absoluta e intima austeridad a la monstruosa grandilocuencia sin escalas y de vuelta. ¿Que es este torbellino bipolar sino el más perfecto resumen de todo lo que representa el Rock n Roll?
                Resulta reiterativo hablar del profesionalismo de McCartney. El tipo esta impecable, no tiene poses de divo, no se excede en ademanes demagogos, y su relación con el público es la de un respeto cariñoso. El sabe que viene a cantar y su público a escuchar y disfrutar. El McCartney de hoy, es un tributo a sí mismo, a su carrera y a su obra. El tipo festeja sus logros en vida, se autohomenajea y al mismo tiempo homenajea a su multitud de fans que no conocen restricciones  sociales o de  edad. Hoy por hoy, un chico de 10 años se hace fan de los Beatles, sin que sus padres o hermanos mayores lo sean. Es arte universal. Es belleza universal.
                La música de los Beatles, y por ende de Macca, no se juzga según los parámetros críticos convencionales. La música de los Beatles ES el parámetro. Es la brújula estética que cualquier adolescente que agarra una viola tiene que tener en miras si quiere componer algo medianamente decente. Es la vara con que se mide a cualquier tipo que saca medio hit en la radio. Es el pop meloso, el rock furioso, la psicodelia lisérgica y muchísimo más.
                El que conoce un poco de la actualidad de Sir Paul, sabe que sigue pleno a nivel compositivo. Sus últimos cuatro discos solistas (flaming pie, driving rain, chaos and creation y memory almost full) son excelentes. Chaos and creation, sobre todo, es una joyita, donde Paul se regodea tocando todos los instrumentos y regalando canciones hermosas, sin ninguna pretensión comercial, que dejan traslucir la facilidad con que este muchacho logra lo que al resto de los mortales nos resultaría casi imposible. Lo mismo se notó en el recital, parecía que lo que hacía no le requería esfuerzo, como si hacer música fuera para el tan natural como respirar o rascarse una oreja.
                Lo que me deja esta experiencia es una sensación de gratitud. Primero, a la vida que me toco en suerte, que me permitió pagar la entrada. Y segundo a Sir Paul McCartney. Porque en vez de flotar en el mullido colchón de su merecidísima fama y unánime reconocimiento, decide seguir yirando, y regalar un show apoteósico, que trasciende el concepto de recital. Lo que del jueves fue la celebración de la belleza y un canto estridente contra la mediocridad. SIEMPRE se puede mejorar y aprender. Por eso la gente parecía unirse en un abrazo gigante a ese inglesito de tiradores y bajo al hombro. Quedate tranquilo Paul: The love you take is equal to the love you make.

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