
Bueno hoy vuelvo, a pesar de seguir felizmente de novio. Vuelvo por mis lectores, vuelvo por la revancha, vuelvo porque….estoy terriblemente al pedo. Es enero y no me fui de vacaciones, ya no se qué hacer. Hoy fui a hacer un par de compras y me encontré al borde de una crisis de furia porque una vieja cheta se calentó con el fiambrero de jumbo y le pedía de probar 4 tipos de cantimpalo, mientras atrás se armaba una cola que llegaba hasta la sección de lácteos. Indignante. Esto indica un alto grado de aburrimiento y hastío que se debe combatir con el fuego de las palabras. Así que acá vamos….
Hoy me propongo debatir el infame proverbio que índica que “ambo mata galán”. Desde un primer momento aclaro que no propongo cuestionar su validez. Es indiscutible que las hembras siente un cosquilleo peculiar cada vez que están frente a un médico. Lo que me intriga es el porqué de esta fascinación por los galenos. ¿Cuál es el origen de la seducción clínica?
En primer lugar, quiero señalar que a los tipos no nos pasa lo mismo. A nosotros no nos seduce una bata blanca, salvo que abajo se aloje una buena delantera, unas largas piernas y una imponente retaguardia. Para decirlo en criollo: si es médica, electricista o somellier de dulce de leche da igual, siempre y cuando cumpla con el requisito ineludible de estar fuerte.
Pero las mujeres se derriten por el ambo. Lo peor es que lo reconocen. Y no es solo la presencia del galeno lo que las seduce: parece que la prenda en sí tiene su mística. Si, aunque no lo crean, ese pedazo de trapo sin más señas particulares que un vago escote en V, resulta un atractivo en sí mismo. Salvo que sea verde, lo que indica que su portador es un mísero integrante del personal de limpieza.
Los médicos también fomentan esta creencia. No hay galeno al que le haya preguntando que me haya negado la regla de oro. “Se te tiran encima”, me dice un oculista gordo calvo y sudoroso, cuya veracidad tambalea como un jenga frente a su apariencia. Y si, hay algunos que se cuelgan del mito para aparentar un éxito que le es esquivo, esperando cualquier migajita que les caiga cerca.
Por otro lado cabe señalar que existen matices en esta capacidad de seducción, dependiendo de qué rama de la medicina se trate. Uno podría pensar que los ginecólogos son los que más ganan… pero no: parece que a las chicas les da cosita lo explicito. Los cirujanos van bien, tienen esa cosa de expertos, de lidiar con el peligro, de trabajar con cuerpos anestesiados, en fin. También los cardiólogos… a que chica no le gusta un hombre que les hable del corazón. Pero los que ganan por afano esta carrera son los traumatólogos. Es que cierra por todos lados…
Imaginemos una situación: Chica dolorida entra al consultorio “Doctor tengo un dolor muy fuerte en el muslo”. “A ver, vamos a descartar lesiones óseas (el traumaladri palpa la zona con simulada pericia, sin tener idea del diagnostico)”. “Bueno, lo más probable es que sea una contractura nomas, igual vamos a hacer una plaquita para descartar. Acá te dejo el numero del consultorio y mi celular por cualquier cosa”. Listo, el tipo ya le enchufó el celular. Después la mina lo llama para hacerse un “chequeo” y listo, va a parar al asador.
Otra historia es el puterío intrahospitalario. Todos los ambientes laborales donde se concentra gran cantidad de gente son campo fértil para el cachondeo. Pero los hospitales son un antro de piratería. ¿Usted se preguntara porque? En primer lugar, encontramos el ya referido sex appeal del ambo. Pero el factor desencadenante de este frenesí sexual son las guardias. Horas y horas compartidas por profesionales de ambos sexos, con largos períodos de tiempo en los que no hay nada que hacer. Los resultados saltan a la vista. Médicos con recepcionistas. Médicos con anestesistas. Médicos con kinesiólogas. Médicos con enfermeras. Médicos con chicas disfrazadas de enfermeras. Para todos los gustos.
Y hete aquí otro interrogante que se responde solo: ¿Por qué los médicos son tan piratas? Simple: porque pueden. La “urgencia” es la coartada perfecta. A cualquier marido que sale de su casa corriendo apenas le suena el celular, a la vuelta lo espera una esposa-rotweiller, determinada a masticarle sus genitales de un tarascón. Pero lo del médico seguro fue una “urgencia”. Pobrecito él que fue arrancado de su amado hogar a altas horas de la noche. Son mártires del arte de curar. En definitiva, tienen la mesa servida y lo que único que tienen que hacer es sentarse a disfrutar del manjar.
Como conclusión, podemos sacar que es un típico caso en el que se juntan el hambre y las ganas de comer. Mujeres hambrientas de sexo clínico y médicos con ganas de comerse un aperitivo terapéutico. A los solteros, les digo, vayan por la zona de facultad de medicina y cómprese un ambo blanquito y un estetoscopio. Nunca está de más probar.
1 comentario:
jajaja, muy bueno pigme. Me gustó man! Un abrazo grande querido
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