Trini Pérez Araya: Pobre niña cheta


Todos queremos ser chetos. Los desdeñamos, los ninguneamos, nos burlamos de ellos, pero todos, todos… en el fondo QUEREMOS SER CHETOS. Es que desde que la Asamblea del año XIII abolió los títulos de nobleza, ellos son la crema y nata de nuestra sociedad. A lo largo de la historia han tenido varios nombres: Oligarcas, paquetes, cajetillas, gente bien… y hasta Gorilas. Pero hoy todos los conocemos por chetos… o en su defecto le adosamos el prefijo “con” y así les queda “conchetos”. Como es habitual en AEN, los retrataremos a través de uno de sus integrantes más conspicuos: Trini Pérez Araya.

Trini es lo que se dice una “chica de cuna”. Su nombre completo sería así: María Trinidad del Rosario de los Milagros Pérez Araya Pereyra Iraola Alzaga Unzue. Dicen las malas lenguas que, cuando la madre fue a anotarla al registro civil, el oficial se le destornilló de risa en la cara, para terminar susurrándole: “Señora, si la quiere anotar con ese nombre, no necesita un DNI, necesita la Biblia”. La madre se indignó tanto, que la terminó anotando como María Pérez… pero todo el mundo la conoce como Trini Pérez Araya.

Trini viene de dos familias de estirpe. El matrimonio de sus padres fue lo que se denomina una “Alianza Estratégica”. No es nada para horrorizarse. Los Pérez Araya, los Pereyra Iraola y los Alzaga Unzue, se vienen casando entre ellos hace mínimo 3 generaciones. De hecho, los padres de Trini son primos. Será por eso que de sus 4 hijos, solo Trini terminó el secundario.

La cuestión es que ya al momento de casarse, los padres de Trini, Jamie y Mimicha, sabían que su vida estaba arreglada, económicamente hablando. Entre los 2 sumaban 3000 hectáreas de campos más que fértiles, al margen de varias propiedades en distintos rincones de la Capital. Aparte todas las puertas estaban abiertas para gente con semejante pedigree. Solo era cuestión de aprovechar los dones que Dios les había dado.

El problema es que Jamie era un poquito quedo. Se ve que los sucesivos matrimonios intrafamiliares habían dejado su huella genética. En otras palabras, resulta increíble que Jamie haya sido el espermatozoide más rápido. Había terminado el colegio solo porque su padre había adornado a cuanto profesor estricto se le cruzara en el camino. Aparte de eso, desde chiquito era fanático del whisky, al cual veía como un brebaje mágico que lo liberaba de su alarmante timidez.

Por eso fue natural y hasta inevitable que se casara con Mimicha. Se conocían desde los 2 años, ya que sus familias eran amigas (por no decir aliadas) desde tiempos inmemoriales. Nadie puede decir con precisión cuando se pusieron de novios, ni siquiera ellos. Es que estuvieron juntos desde siempre, con lo cual el matrimonio llegó más como un rito de transición que como una decisión consensuada. Vale decir que ninguno hizo el más mínimo esfuerzo por liberarse de ese destino fatalmente predispuesto.

Así llegaron los hijos: Georgie, Jamie hijo, Robbie y Trini. Los hermanos de Trini son energúmenos. Seres primitivos, maleducados e hiperkinéticos. Ninguno de los 3 presenta ninguna habilidad que les pueda servir en el mundo real. A Georgie lo echaron del Newman, el St. Brendans, el St. George y el St John. Lo echaron por revoltoso y por burro. A los otros dos los echaron por burros. Son 3 adoquines. Al final Jamie se cansó y decidió que no terminaran el secundario. En definitiva, no quedaban santos ingleses que se hicieran cargo de estos 3 angelitos.

Así llegamos a Trini. Trini es la “reina de la casa”. No podía ser de otra manera, siendo la única mujer e hija menor. Es la luz de los ojos de Jamie, al menos en sus intervalos lúcidos. De chica era una princesa: nariz más respingada que la de Michael Jackson, facciones pequeñas, tez blanca, y unos ojos azules que iluminaban a quien los mirara. Pero, ya de adolescente, saltó a la vista que no sería una chica muy agraciada. Es que era muy flaca, pálida y tenía ciertos ademanes masculinos, seguramente fruto de la convivencia con los 3 orangutanes que tenía por hermanos. De todas maneras, seguía siendo una chica de tipo muy fino y encajaba perfecto en su rol de cheta.

En el colegio le iba normal. Si bien no era muy inteligente, era bastante aplicada, como la mayoría de sus amigas. Así logró terminar el secundario, para el orgullo de sus padres, que lo festejaron como si hubiera ganado el Premio Nobel. Con el sexo opuesto, no le iba muy bien. Sus gustos eran los típicos de una chica de su calaña: rugbiers y polistas. Gente que se golpea mucho la cabeza o con tendencias a la zoofilia. Con este panorama, era obvio que Trini iba a sufrir desencantos amorosos. Y así fue.

A diferencia de su padre, que ahogaba sus penas en un vaso de whisky, Trini asfixiaba las suyas en una nube de porro. Era religión juntarse los sábados a la noche con sus amigotas chetas, hiponas y fumancheras, a darle al churro, tocar la guitarra y cantarle a la luna. Así transcurrieron los años púberes de Trini. Entre marihuana y bosta de caballo.

Por ser la única con un título secundario en la familia, Trini se vio obligada a probar suerte en la universidad. Intentó con Ingeniería Agrónoma, Veterinaria y Tecnología de los Alimentos. Nada de nada, el estudio intensivo no era lo suyo. Si había llegado más lejos que sus hermanos era más por constancia que por capacidad. Pero el nivel terciario era demasiado. El anuncio a sus padres de su abandono definitivo del sueño académico, fue como la crónica de una muerte anunciada: ni Jamie ni Mimicha pusieron muchos reparos.

A los 22 años, Trini se encontró sin título, sin laburo, sin novio y con una montaña de guita a su disposición. Entonces hizo lo que cualquiera hubiera hecho en su situación: irse a Europa. Se fue con una de sus amigotas: Feli Gómez Uriburu, y la idea era hacer un viaje de mochileras. El tema es que eran mochileras aburguesadas: después de 2 días de hostel, se cansaron de compartir el baño y continuaron su recorrido pernoctando en la cadena Marriot, cortesía de la Visa Platinum de Jamie.

Como era de esperarse, este viaje profundizó el abuso de sustancias de Trini: al porro se le sumaba el hachís y alguna que otra pastillita. Fue en este contexto de frenesí toxico y psicodélico, que Trini conoció a Brwij Van der Kerkoff. Brwij era un holandés, estudiante de bellas artes, personaje típico de la noche under de Amsterdam. Allí fue que se conocieron, y hay que decir que Trini quedo flechada instantáneamente. Es que el “crazy dutch” era todo lo que había soñado: alto, rubio, pseudoartista, hippie, vago y falopero. Algo bastante parecido a ella, aunque con una patina de glamour europeo.

Vivieron 1 semana de pasión en Amsterdam, y cuando la estadía de las chicas se acababa, Brwij decidió acoplarse al resto de su viaje. No tenía un Euro, pero los bolsillos de Trini eran lo suficientemente profundos como para bancarlo. Fue así que recorrieron Alemania y Francia, para terminar recalando en Palma de Mallorca.

Para ese momento, el viaje de las chicas estaba llegando a su fin. Brwij y Trini ya habían delineado un plan para volver a verse. La idea era que Brwij viajara a la Argentina a conocer a la familia, y allí discutir las opciones para hacer viable la relación. A Trini se la veía radiante, feliz como nunca: sabía que sus padres iban a armar terrible escándalo pero no le importaba. Imagínense su sorpresa cuando una mañana Brwij, la Mac , la Visa de Jamie y la riñonera con 3000 euros, desaparecieron sin dejar rastros.

Las chicas volvieron a la Argentina casi deportadas, ya que Brwij, en su raid delictivo, barrió también con sus pasaportes. Trini estaba deshecha, sin voluntad para nada. Fue así que cuando, luego de 6 meses de tenue noviazgo, Tommy Pereira Iraola le propuso matrimonio, no tuvo fuerzas para decir que no. Tommy era un pelotudo con todas las letras: era lerdo, escupía cuando hablaba y a los 24 se le estaba cayendo el pelo. Pero tenía apellido… y 2000 hectáreas en Pehuajo.

Fue recién a dos semanas de casarse que Trini se enteró que ella y Tommy eran parientes. Eran primos por varios lados distintos, aunque el vínculo exacto no era claro: una mezcolanza absoluta. En fin, se casaron en el Santísimo Sacramento, fiesta en la Rural para 600 invitados, todo divino. En la noche de bodas, Trini se dio cuenta que Tommy no era Brwij, aunque mucho no le importó: sabía que su vida de ahí en más, iba a ser más chata que la pampa húmeda.

Hoy Trini espera a su primer hijo: Johnie Pereira Iraola Pérez Araya. Está de 6 meses y se la nota preocupada: no quiere que su hijo se parezca a Tommie, Jamie o sus 3 hermanos. Pero ese destino también parece inexorable. De todas maneras hay algo que la tranquiliza: pase lo que pase, sus hijos siempre tendrán la vida “arreglada”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jejej Agus!

Genial! me encanta como esribís!! ya está en mi carpeta de blogs de humor junto con el de Alberto Montt (http://www.dosisdiarias.com/)

Beso!

Ana