El tanque Rosquero: Un ovalado




El rugby es un deporte de casta. Les inculca a los jóvenes valores que otros deportes no fomentan. Forma personas antes que deportistas. Exalta la camaradería y la amistad. Excluye a los tramposos y genera líderes positivos. Si no veamos el caso de Ramiro Rosquero….

Ramiro juega de pilar en Manuel Belgrano, un club medio pelo que vegeta en la zona media del torneo de la URBA. Siempre fue gordo. De chiquito sus compañeros de colegio lo torturaban con apodos como: “MANTECADA”, “CEBÚ” o simplemente “BOLA”. Era de madera balsa jugando al futbol. Su abultada contextura lo hacía lento y torpe, con lo cual terminaba irremediablemente en el arco. A los 10 años el futbol es la principal herramienta de integración que puede tener un chico. Al ser mas tronco que el perro de Brigada Cola, Ramiro quedaba reducido al papel de Paria Social, sumado a los pibes con anteojos y aparatos, y a los afeminados, que nunca faltan.

Cuando Ramiro entro en la edad a la cual a los chicos se les despierta la curiosidad sexual, se dio cuenta de que las minas lo evitaban como si tuviera lepra. Es que el pibe la verdad que era feo: tenia 20 kilos de más, sudaba como un cochino, tenía acné… la verdad que hasta la madre lo miraba con asquito. A los 13 años, el gordito solo encontraba sosiego en la masturbación, el Cuarto de Libra y los dibujitos de Dragon Ball Z. Hasta que un día se hizo la luz….

Un domingo, el padre de Ramiro, invito a sus amigos a comer a la casa. Uno de ellos, el Gringo Taylor, era entrenador de la menores de 15 de Manuel Belgrano. Al ver pasar a esa especie de Babe al cubo, pregunto: “¿Qué edad tiene Ramiro?”, “13”, contestó el padre. Al Gringo se le iluminaron los ojos, cual Francis Cornejo cuando descubrió a Diegote. “¿Porqué no me lo traes el sábado al club?… a ver cómo anda”, solicito el coach, sin aceptar un no como respuesta.

Fue difícil convencer a Ramiro para que vaya al club. Ya se había encariñado con su rol de ente inanimado, que transita por la vida sin dejar impresión alguna en otros seres. Pero el padre tenía los huevos al plato de ver a su hijo tirado en su cuarto, como un lobo marino, con una mano en la entrepierna y la otra en un sanguche de salame. Así que lo terminó llevando a patadas en el culo.

El entrenador lo vio, y después de un breve precalentamiento, le espeto: “Vos gordo, andá de pilar”. Ramiro pensó que era otra broma, que lo había mandando a que se quede afuera como un poste, como un pilar de cemento. Pero no, quería que jugara. Por primera vez, alguien lo quería del lado de adentro.

Ese día Ramiro, no tocó la guinda. Pero el entrenador quedo extasiado con el. Es que al primer choque, se dio cuenta de que el chanchito valiente tenía fuerza de mogólico. Era un animalito de Dios, lisa y llanamente. Parecía como si todos esos mediodías de Doble Combo en Mc Donalds, lo hubieran preparado para ser un portento físico, una suerte de Jabalí en Celo, una Topadora sebacea, por así decirlo.

En poco tiempo, Ramiro pasó de ser Mantecada, a ser EL TANQUE. No podía dar un pase con zeppelín. Pero era la bestia del scrum, ruck y maul. Era la primera vez que se sentía parte de algo.

Así fue que, de a poco, empezó a hacer amigos. Los pibes del rugby lo miraban como a uno más. Acá su tamaño era una virtud, no su condena. Con las minas fue más jodido. En definitiva, seguía siendo un guacho bien fulero. Cuando empezó a ir a los boliches, se dio cuenta de que, como las minas ni lo miraban, tendría que encontrar otra diversión. Al toque la encontró: cagarse a trompadas. El intercambio de sopapos se convirtió en su religión de los sábados a la noche. No hacía falta provocación alguna; era cuestión de que el gordo calibrara la mira, eligiera un muñeco, y a darle. Obviamente, muchos de sus amigos se prendían. Al tiempo, Ramiro se dio cuenta que en el boliche, los tres cuartos encaraban minas para volteárselas, y los forwards encaraban pibes para voltearlos a trompadas.

A los 17 años, Ramiro era prácticamente alcohólico. Su predilección por el Fernet se había vuelto legendaria, al punto que su apodo había mutado a EL TANQUE BRANCA. En cuanto a su rendimiento deportivo, venía en franco ascenso: si bien su estado físico dejaba que desear, golpeaba más fuerte que un rinoceronte en celo. El problema era que se estaba gestando una división en el equipo: por un lado los backs, que aparte eran los mas chetos, y por otro los forwards, que eran en su mayoría medio pelo. Este contrapunto no se sentía a flor de piel, pero en privado las charlas se sucedían y el puterío se empezaba a cocinar.

Cuando Ramiro tenía 18, las mujeres comenzaron a entrar en su vida. ¿Cómo? Simple, hay chicas que son tan o más ovaladas que los rugbiers, y con tal de pertenecer sacrifican pretensiones estéticas. Por eso se terminan bajando a Shrek, o Ramiro, como quieran llamarle. Tampoco crean que se comió a Luli Fernandez, eh. Pero si a la arquera de hockey (casi tan gorda como él) y a la hermana de un amigo que evidentemente no tenía los patitos en fila.

Fue por esa época, que al TANQUE lo subieron a plantel superior. El tema fue que el CHORI, pilar de la primera, casi muere de un bobazo en pleno partido, consecuencia de sus 120 kilos y de sus constantes nariguetazos de cocaína. Como consecuencia, tuvo que dejar el deporte.

Nuestro amigo arranco en la preintermedia, donde se mezclaban pendejos novatos con viejos decrépitos, que quemaban sus últimos cartuchos, arrastrando su castigada osamenta por los campos de juego. La transición a Intermedia fue relativamente rápida, lo cual ilusionó a Ramiro con una carrera en serio dentro del rugby.

Ahí el lechón se pego la jeta contra la pared, por así decirlo. El tema es que en Intermedia, no solo la competencia era feroz, sino que las internas eran tremendas. Estamos hablando de la antesala de primera. Aquí convivían viejas glorias venidas a menos, pendejos estrellitas que se quieren comer los chicos crudos y eternos postergados. Entre todo eso estaba el TANQUE, que vio como lo degradaban a apodarse EL GORDO RAMA.

RAMA cayó bajo el ala del OSO DEL SOLAR, un legendario segunda línea, que en sus últimos años alternaba entre primera e Intermedia. El OSO adoptó a Ramiro como su protegido, no porque le viera pasta, sino porque lo intuía sumiso. Lo quería como una suerte de esclavo personal, de “chico de los mandados.” RAMA seguía siendo tan inseguro y frágil como en sus tiempos de Mantecada, con lo cual no tardó en transformarse en el perrito faldero de Del Solar.

Fue el principio del fin. Porque lo que RAMA (o Mantecada, o el tanque branca) no sabía era que al OSO, ya no lo quería nadie. Es más, a esa altura ni siquiera lo respetaban. Fue así que el otrora TANQUE, gran-promesa-de-Manuel-Belgrano-futuro-Puma, paso a ser el “gordo gil que anda con el oso”.

En ese momento empezaron las pálidas para RAMA. El ansiado debut en primera se iba postergando, siempre había alguna excusa, algún tapado, alguna promesa que pedía pista. El alcohol y los kilos habían hecho mella en nuestro protagonista. Al TANQUE se le estaba acabando la nafta.

Ramiro Rosquero nunca llegó a primera. Hoy pisa los 30 años y juega en la Preintermedia de Manuel Belgrano. Tiene las rodillas hechas bolsa, el tabique roto y problemas de espalda. Cada partido implica un sufrimiento para él y una sonora carcajada para los que lo ven de afuera. Si le preguntan porqué no se retira, contesta sombrío: “Cuando salga de acá, vuelvo a ser MANTECADA”.

1 comentario:

Oso Del Solar dijo...

Al tanque lo banco siempre me hace la segunda en los terceros tiempos jugando a la monedita!!